Una de las más constantes preocupaciones del rey católico en la recién conquistada ciudad fue el reforzamiento de la vigilancia en las aguas cercanas y el mantenimiento del rudimentario muelle musulmán aún existente. Este debió tener una utilidad muy limitada para atender las crecientes necesidades militares y comerciales de Málaga y su hinterland, que fundamentalmente tenían como área de operaciones el gran playazo que se extendía delante de la Puerta del Mar, entre la torre Gorda y el castillo de los Genoveses.
Consciente el Ayuntamiento de esta situación, en 1491 solicitó a los Reyes Católicos apoyo económico para acometer la tarea de construir un puerto. Sin embargo, la guerra de Granada obligó a los monarcas a responder a comienzos del siguiente año que …por agora no se entienda desto…
Mapa del Obispado de Málaga. Cristóbal de Medina Conde (1782) BN, Sig. MSS/10451
A lo largo del siglo XVI fueron varios los informes redactados apoyando la construcción de un abrigo para los buques que llegaban a Málaga. En 1526, el visitador Ramiro Núñez de Guzmán informó al rey de que a esta ciudad … fáltale un muelle, del cual hay algún principio, y con poca costa se podría hacer…
Mientras tanto los rebatos eran frecuentes, debidos al permanente acoso de los piratas berberiscos que recorrían el Mediterráneo. Por ello el rey Carlos I ordenó establecer en la bahía de Málaga una base para la escuadra de galeras de España, mandada por Álvaro de Bazán. En 1534, ante la noticia de que el temido Barbarroja se dirigía a estas costas, la Corona impulsó la reparación de las murallas y las incipientes defensas portuarias.
La primera gran fecha en la historia del puerto moderno corresponde al 8 de mayo de 1545, en la que se autorizó por una real provisión establecer una sisa de hasta 5000 ducados anuales por cinco años para iniciar las obras. Estas llegaron a comenzarse con la construcción de un muelle que arrancaba del espolón situado delante del castillo de los Genoveses. Las obras fueron dirigidas por un ingeniero vasco, Juan de Guilisasti, que curiosamente no sabía leer y escribir. En la zona portuaria malagueña (en el extenso arenal situado entre la desembocadura del Guadalmedina y el castillo de los Genoveses), en el año 1500 embarcaron 8000 hombres en una flota de 60 velas al mando del Gran Capitán para la conquista del Reino de Nápoles.
Pero pronto las obras del citado muelle se paralizaron al demostrarse inútiles, puesto que contra él se creó una playa por causa de los acarreos arrastrados por las ya frecuentes avenidas del Guadalmedina, empujados por los temporales de poniente.
En el comercio las necesidades crecían, ya que desde el término de la Reconquista se habían impulsado las actividades mercantiles gracias a una tierra y a una climatología muy favorables. Intenso era el tráfico en la “vendeja”, período centrado en los meses de septiembre y octubre en el cual numerosas naves llegaban a este puerto a cargar la pasa, el vino y otros productos agrícolas del hinterland malagueño.
Ello, unido a la necesidad de contar con un abrigo seguro para las naves mercantes y las galeras que defendían la costa sur de la Península, y con las constantes peticiones de los regidores del cabildo municipal, llevaron al rey Felipe II a autorizar en 1587 el inicio de las obras de un puerto llamado a convertirse en uno de los más capaces del Mediterráneo.
Primera piedra del Puerto de Málaga, echada al mar el 3 de enero de 1588. AGS, GA, leg. 219-90.
Para dirigirlas, el rey designó al ingeniero Fabio Bursoto, que había concluido recientemente la construcción del puerto de Palermo. Su proyecto consistía en un largo muelle que arrancaba en un saliente rocoso situado donde hoy está el Hospital Noble, a fin de abrigar la dársena de los temporales de levante, los más frecuentes y peligrosos. Se complementaba el abrigo con otro espigón que partiendo de la punta situada delante del castillo de los Genoveses –es decir el muelle iniciado en 1545– defendería el puerto de las marejadas de poniente y de las arenas arrastradas por las crecidas del Guadalmedina.
Al fin, en 1588, tras los trámites administrativos …se dio principio al muelle a los tres de este mes de enero. Y se echó la primera piedra santificada con la bendición y oraciones del Obispo que se halló presente a esta solemnidad, con los clérigos de su Iglesia y la Justicia y Regimiento, con gran regocijo y contentamiento general de todo el pueblo…
El proyecto prosiguió durante unos quince años no sin dificultad por los efectos de los temporales (frecuentes en estas aguas en el otoño y la primavera) y siempre condicionado por los necesarios impuestos destinados a las obras, que nunca se recaudaban con la diligencia debida.
En 1624 visitó Málaga el rey Felipe IV, interesándose por las obras del puerto y aposentándose en la Alcazaba. Dos días permaneció el joven rey en Málaga asistiendo a cuantas celebraciones se prepararon en su honor. Como tantas veces, los muelles volvieron a llenarse del habitual trajinar de esta industria: pescadores vendiendo sus productos, marineros que desembarcan buscando tabernas y casas de reputación más que dudosa, palanquines que descargan los fardos de los barcos, charranes de playa que “vigilaban” sus negocios, toneleros preparando sus barriles, obreros que majaban el esparto, tapabotas de playa, navieros, trajinantes, viajeros a punto de embarcar…
Lápida conmemorativa de la visita a Málaga de Felipe IV en 1624
Entre estos últimos uno de los más ilustres fue Diego Velázquez, que en su segundo viaje a Italia en 1649 salió del Puerto de Málaga. Acompañaba al duque de Maqueda y Nájera, que iba a Trento para recoger a la archiduquesa Mariana de Austria, prometida de Felipe IV. La comitiva salió de Madrid en octubre de 1648 y tras pasar por Granada se embarcó en estos muelles en enero del siguiente año.
Desde luego el movimiento de pasajeros y el comercio con los puertos más importantes de Europa fue constante. También con el norte de África, los llamados “presidios”, ocuparon un destacado lugar en la ruta de los buques, sobre todo a Ceuta y Melilla. El Puerto de Málaga abastecía a la última de las citadas mediante el llamado barco de cruzada, una especie de “melillero” que atravesaba el mar de Alborán procurando evitar a los piratas berberiscos que estaban siempre al acecho.
A lo largo del siglo XVII las obras portuarias permanecieron prácticamente paralizadas. De esta época se conserva una imagen del frente marítimo de la ciudad y su muelle: la publicada por el poeta Juan de Ovando en su obra Ocios de Castalia. Y tampoco podemos olvidar la gran labor realizada por el corregidor marqués de Villafiel, glosada en un extraordinario relato que escribió Cristóbal Amate de la Borda, a quien debemos las lápidas que hoy dan la bienvenida a quienes acceden al Puerto por la plaza de la Marina.
Las aguas del litoral malagueño eran por entonces muy peligrosas. No solo por los piratas que desembarcaban en las playas llevándose como esclavos a los que encontraban a su paso. También por las amenazas de flotas francesas o inglesas, que en alguna ocasión cañonearon la ciudad. El 4 de agosto de 1704 una escuadra angloholandesa de más de cincuenta buques, dirigida por el almirante Rooke se apoderó de Gibraltar. Poco después se hacían a la vela hacia estas aguas, llegando en el amanecer del día 24 a nuestras costas y se inició la lucha: fue la famosa batalla naval de la bahía de Málaga.
Al término de este largo conflicto Felipe V ordenó en 1717 proseguir con las obras del puerto, largo tiempo paralizadas, y las puso bajo la dirección del ingeniero Bartolomé Thurus. Se establecieron los correspondientes impuestos para sufragarlas, se redactó el oportuno proyecto y el 26 de abril de 1718 el gobernador de la ciudad informó al rey que …se puso la primera piedra en el muelle nombrado de San Felipe… en que concurrió toda la nobleza. Thurus diseñó un puerto cerrado —cuya bocana protegía con una fuerte cadena— para evitar el ya crónico problema de la pérdida de fondo en la dársena por las arenas provenientes del Guadalmedina.
Los trabajos continuaron bajo la dirección de otros ingenieros, entre ellos destacadamente Jorge Próspero de Verboom, que ante el citado problema de aterramiento modificó el diseño anterior con un puerto “abierto”, en el que las corrientes de levante —con un flujo casi permanente— se encargarían de “extraer” los citados acarreos, el tradicional enemigo de estos muelles y de su tráfico portuario.
Autoretrato de Velázquez en Las Meninas
En cualquier caso todos los ingenieros propusieron construir varios fuertes que protegiesen las instalaciones portuarias y además un faro, porque el existente, un fanal de madera sostenido por una pequeña grúa, daba tan poca luz que los barcos se estrellaban contra la escollera al intentar tomar los muelles durante la noche.
En el reinado de Carlos III los proyectos portuarios se sucedieron. Diversos ingenieros del Ejército y de la Armada intervinieron en las obras que se realizaron por entonces buscando la forma de aumentar la capacidad de sus instalaciones y la urbanización de la fachada meridional malagueña.
En 1783, a propuesta de Miguel de Gálvez, se produjo una extraordinaria iniciativa urbanística: el rey aprobó la creación de un amplio paseo sobre los terrenos portuarios situados delante de la Puerta del Mar. De aquel mismo año son los dos planos (muy similares) levantados por el ingeniero militar Joaquín de Villanova, uno de ellos conservado en la universidad de Yale y el otro en el Museo Naval de Madrid.
Plano del Puerto de Málaga y fachada sur de la ciudad. Francisco de la Torre (¿) hacia 1787. AGM, Sig. P.9-11.